Por Édgar Díaz Ramírez
Director de recursos humanos de Boehringer Ingelheim México y Centroamérica
Twitter: @BoehringerMX
Desde finales del siglo pasado, las organizaciones dejaron de ser concebidas únicamente como un eslabón del ciclo económico para generar empleos y salarios y se convirtieron en un agente social cuyo fin trasciende un interés puramente económico.
En ese sentido, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es en la actualidad uno de los activos más importantes para los stakeholders, ya que son más afines a las empresas que realizan actividades que impactan positivamente en su entorno físico y social. Por eso, las compañías alrededor del mundo y sus líderes están tomando cada vez más conciencia sobre la importancia de las personas y su función para el éxito del negocio.
Para generar el bien común a través de la RSE, se tiene que comenzar desde adentro. Es así como se puede tener una perspectiva integral; de otra forma, es como vivir dentro de una burbuja. Como empresa y como individuo, no puedes estar bien si tu prójimo y tu comunidad no lo están.
A veces ocurre que generamos el bien hacia dentro y no lo difundimos hacia fuera. Lo que hacemos con nuestra comunidad, ya sea interna o externamente, no debe nunca hacerse con el fin de ganar notoriedad, sino por absoluta convicción.
Desafortunadamente, en las organizaciones a veces nos topamos con altos directivos que olvidan que la principal responsabilidad de la empresa es cumplir el fin para el que fue creada, dando beneficios, creando puestos de trabajo dignos y, además, promoviendo la eficiencia, la competitividad y la innovación.
Por naturaleza, las acciones de RSE tienen un doble impacto. Al buscar el bienestar de nuestros colaboradores, obtendremos sin querer un mayor compromiso y mayor productividad. Un empleado que trabaja contento, da mejores resultados. También nos volvemos más atractivos para el público
externo, lo cual nos abre un infinito universo de nuevos talentos por atraer y de alianzas estratégicas atractivas.
A este respecto, es fundamental saber que ninguna empresa está sola en el camino de la responsabilidad social, sino al contrario. Son muchas las instituciones, fundaciones, asociaciones civiles e incluso empresas (aun cuando son de un sector diferente) que están en constante búsqueda de
mejorar sus prácticas y, sobre todo, de generar alianzas sólidas que sólo pueden traer resultados positivos para todos.
Además de ello, logramos un impacto que trasciende que es el orgullo de pertenecer a algo más grande que la propia empresa, cumpliendo compromisos en un entorno más humano y habitable para todos.
De esta forma, son socialmente responsables las empresas cuando las actividades que realizan se orientan hacia la satisfacción de las necesidades y expectativas de sus integrantes, de la sociedad y de quienes se benefician de su actividad comercial (clientes, pacientes, etcétera).
Lo anterior implica conducirse bajo condiciones éticas (transparencia, valores, política anticorrupción), normativos (apego a la legalidad y legitimidad), operativos (actuar con eficiencia y eficacia), económicos (crear valor, rentabilidad, precios competitivos, buenas prácticas), sociales (tener prácticas de inclusión y diversidad, apoyar el trabajo en equipo, respetar los derechos humanos) y sustentables (proteger el medio ambiente, reducir huella ambiental, ahorrar recursos).
Estos parámetros se deben medir y cuantificar en el tiempo para realizar mejoras constantes que, eventualmente, tendrán un retorno de inversión (ROI) sobre la imagen y reputación de la compañía.
Recomendaciones para iniciar un programa de RSE
No podemos empezar haciendo demasiadas cosas, por lo que, en mi opinión, es muy importante que antes de arrancar un programa de RSE se consideren las siguientes recomendaciones:
1. La cabeza o comité directivo debe creer en la responsabilidad social y asumir el compromiso. Si no tienen un comité de RSE, es fundamental formarlo.
2. La organización en general debe estar más abierta a la inclusión en todas sus formas.
3. Siempre habrá un experto que pueda orientarlos.
4. Hay que involucrar a todos los colaboradores. El hecho de que participen activamente agrega mucho valor y les da sentido de pertenencia.
5. Es vital compartir mejores prácticas con otras empresas, ya sean o no del mismo sector.
6. Hay que elegir tres o cuatro acciones pequeñas para arrancar, evitando así que se vuelva un asunto romántico y cero aterrizado.
7. Las acciones deben llevarse a cabo de forma proporcional con los recursos de la empresa; de lo contrario, éstas no serían sostenibles y en el corto plazo terminarían convirtiéndose en una moda pasajera o en un ejercicio de relaciones públicas mal concebido.
La RSE ha dejado de ser una opción o un nice to have para convertirse en un modelo de gestión empresarial que ayude a la empresa a posicionarse mejor en el mercado, lo cual implica dirección, valores, comunicación, procesos, métricas y mucha, mucha pasión.
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