Por Óscar Ibarra
Director General de CÓMplices
Twitter: @COMplicesCOM
No, no es un error. Me refiero a la saciedad de consumo que me parece que se deriva de la sociedad de consumo exacerbada.
A pesar de ser un ferviente admirador del American way of life, hace unos días que estuve en Miami para celebrar la cena de Thanksgiving en casa de un querido amigo de la infancia, quedé apabullado al ver el ciclo interminable de comprar – consumir – desechar.
Las visitas al supermercado son prácticamente diarias y algunas veces más de una vez al día. El enorme refrigerador de la casa está siempre abarrotado de alimentos que, en algunos casos, mientras esperan a ser consumidos se echan a perder y terminan en el bote de la basura. Los que llegan a ser servidos en platos son tan vastos que por lo menos la mitad termina en el mismo destino. Las bolsas de basura se llenan una y otra vez con alimentos que podrían haber tenido un mejor destino.
En los restaurantes la situación no es diferente. Los platillos son abrumadores, quizá para justificar el elevado precio o quizá para hacer sentir a los comensales que no deben limitarse ni quedarse insatisfechos en ningún momento. Muchos de los platos se van de regreso medio vacíos y ahí alcanzan también el mismo destino de la basura.
Si lo vemos desde el punto de vista del estadounidense pomedio, esto es lo normal y es la constante en su vida cotidiana, pero si lo vemos a través del cristal de quien vive en pobreza alimentaria, es absolutamente inmoral. ¿Pero quién está mal? En realidad creo que nadie. Todo el mundo está haciendo lo que entiende que es correcto sin detenerse a cuestionar por un instante si las cosas podrían ser de otra manera.
“El que esté libre de culpa que lance la primera piedra”. ¿Quién lo está? Dedicándome al mundo de la construcción de marcas, podría pensarse que contribuyo a este desorden social y psicológico del consumo irrefrenable. Sin embargo, me parece que no sería cierto. La construcción de marcas busca generar valor y lograr la preferencia de las personas sobre otras marcas, pero de ninguna manera estimula el consumo desmedido de algún producto.
¿Qué ha llevado a la sociedad estadounidense a consumir de esta forma? Seguro que no tengo la respuesta porque debe ser tremendamente compleja y debe involucrar detalles de aspectos sociales, antropológicos y psicológicos de los que no tengo la menor idea.
Sin embargo, lo que me deja este aprendizaje es que Estados Unidos no podría ser lo que es si los 154.2 millones de personas económicamente activas y con empleos actuales no generaran la riqueza suficiente para que los 323.1 millones de habitantes compren – consuman – desechen en este ciclo que, a pesar de su perversidad evidente, es un generador de movimiento económico permanente.
¿Será que lo malo es bueno y viceversa?
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