Por Ana Sordo
Gerente de marketing, contenido y marcas para HubSpot Latam
Twitter: @anaisabelsorfer
Hace un par de años, tuve la oportunidad de visitar junto con mi hermana la ciudad de Nueva York, estaba entrando el otoño y la combinación de colores y personajes de esta ciudad nos hizo pasar mucho tiempo simplemente sentadas en algún café, viendo pasear a los citadinos y tratando de adivinar sus historias.
Cerca de la media mañana, en uno de los parques cerca del centro financiero un señor llamó nuestra atención. Estaba sentado en una de las bancas fuera de la sombra, con su traje, corbata y un estilo de maletín en sus manos; tenía los ojos cerrados y su cara con dirección hacia el sol como si estuviera registrando cada detalle de aquel momento con cada respiración. ¿Qué hace un profesional trajeado, con su maletín, fuera de la oficina a media mañana, bajo el sol, en Nueva York?
Dentro de las historias que pudimos inventar acerca de las personas que vimos ese día, aquella que diseñamos para este personaje es la única que no olvidamos: A ese señor lo acaban de despedir, su esposa aún no sabe, no ha querido hablarle todavía. Acaba de recibir la noticia, tomó el maletín, salió de su oficina y ese momento a media mañana en el parque es una pausa. Una pausa antes de la tormenta que tendrá que vivir después de que comunique a su familia que ha perdido su trabajo.
Desde entonces, mi hermana y yo jugábamos con la broma de irnos a un parque si algún día nos llegaban a despedir, hasta nos prometimos vernos ahí si esto nos llegaba a suceder a alguna de las dos. Hasta ahí llegaba nuestro plan de acción.
De “por si me despiden” a “cuando me despidan”
Este año tuve el placer de encontrarme con el libro Opción B de Sheryl Sandberg, quien junto con el psicólogo Adam Grant habla de cómo formar resiliencia ante los momentos difíciles de la vida.
Entre los diferentes temas que abordan, se encuentra el del trabajo y de cómo estamos acostumbrados a la mentalidad de “por si me despiden” esperando que ojalá no nos toque a nosotros, en vez de prepararnos para “cuando me despidan” y tener listo un plan de acción ante esta situación.
“Cuando me despidan, voy a…”
El sólo decirlo en voz alta (te invito a hacerlo) te coloca en una posición de control, donde te vuelves un agente de cambio reactivo ante las circunstancias en vez de un agente martirizado que deja que el efecto de las circunstancias decida el curso de su realidad.
Cambiar tu manera de prepararte por si te despiden a cuando te despidan tendrá efectos positivos en tres diferentes áreas: financieros, profesionales y personales.
Beneficios financieros: más allá de ahorrar para las vacas flacas
Tu mamá te ha dicho que ahorres para las “vacas flacas”, tu mamá sabe mucho, escúchala. Pero además de los ahorros, planear para el día que te despiden significa delimitar un plan de acción, junto con tu familia, para decidir qué hacer con los seguros médicos, las deudas y los gastos recurrentes.
Pon por escrito un plan, te ayudará a descubrir diferentes opciones de ahorros, inversión y hasta posibles opciones de nuevos ingresos. Si estás preparado financieramente cuando te despidan, podrás tener la libertad de tomar las mejores decisiones para tu carrera profesional sin la presión económica de tomar cualquier trabajo para poder cubrir tus gastos.
Incluye a tu pareja y a tus hijos en el diseño de este plan, hablar de dinero no tiene que ser un tema negativo, complicado o que sólo se haga en momentos de crisis. Hacer un plan financiero antes de que ocurra cualquier despido inesperado te dará más seguridad (y a tu familia también), haciendo que sea más fácil enfrentar la noticia cuando ésta llegue.
Beneficios profesionales: y lo que podemos aprender de los deportistas
Por azares del destino, me tocó conocer cercanamente a una bailarina profesional de ballet. Ella tiene ahora 25 años y ha llegado a la cúspide de su carrera bailando para uno de los cuadros internacionales más reconocidos.
Constantemente, hablamos de lo diferente que es su “ambiente laboral” y el mío, desde nuestros horarios hasta cómo es la relación con los colegas. Uno de los aspectos que más me ha marcado de nuestras conversaciones es lo consciente que es al saber que su carrera como bailarina profesional tiene una fecha de caducidad.
Cambiar la mentalidad a “cuando te despidan” es una manera de reconocer que nosotros como profesionales de marketing (o cualquier carrera administrativa) también tenemos una fecha de caducidad que vendrá mucho antes de nuestro retiro.
El secreto está en pensar en tu carrera profesional, no sólo en el trabajo. Lo que estás haciendo hoy suma para lo que serás mañana. Asumir que pronto te despedirán te hará pensar lo importante que es seguir aprendiendo, relacionarte con otros profesionales de la industria y hasta valorar más el día a día en el trabajo.
Beneficios personales: espera lo mejor, prepárate para lo peor
El miedo y la incertidumbre son dos de los peores asuntos que nos quitan el sueño como adultos. Cuando hablamos de perder el trabajo, inmediatamente pensamos en las preocupaciones relacionadas con quedarnos sin ingresos, pero detrás de esto también está el efecto que un despido tiene en nuestra seguridad, nuestro ego y nuestra visión de nosotros mismos como profesionales exitosos.
El sentimiento de fracaso puede multiplicar nuestro miedo, potencializando que no tomemos las mejores decisiones o las tomemos influenciados por lo que creemos que necesitamos en ese momento.
Planear personalmente para cuando te despidan significa asumir que, así como tu trabajo es temporal, también tu estatus como desempleado será temporal. Es reconocer que no siempre las cosas van a salir bien y que es parte de la vida que existan momentos temporales más difíciles que otros.
Un despido se convierte en una situación triste y preocupante, principalmente porque es una situación inesperada y que inmediatamente afecta nuestro sentido de seguridad. Sigamos el ejemplo de los deportistas, quienes crecen sabiendo que deben prepararse para una segunda carrera desde el momento en el que eligieron dedicarse al deporte profesionalmente.
El que nos despidan no tiene que ser un momento únicamente triste o depresivo, ya que nosotros, como los deportistas, podemos planear para que se convierta en un momento que es parte de nuestra realidad y para el que nos hemos preparado con anterioridad.
Esperar lo mejor y planear para lo peor nos da un sentido de seguridad en el que reconocemos que no controlamos la situación pero tampoco la situación nos controla a nosotros.
Te invito a planear qué harás cuando te despidan, nos vemos en el parque.
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